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Tres Pisos hasta Quintana

Una coca cola con limón, una terraza entre rosales y 5 minutos para esperarte

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Juan Quejoso

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- Yo creo que si lo ves de otra manera...

Era la duodécima vez que lo escuchaba quejarse de algo, y los ánimos, el positivismo y las porras no lo estaban llevando a ningún lado. A estas alturas yo ya debía haber tenido claro que a él lo que le gustaba era quejarse.  De todo y nada.  Aunque para ser exacta más de todo que de nada. Le pondré Juan a mi amigo, por ponerle un nombre, y diremos que es hombre, por ponerle un género, aunque amigos quejosos he tenido varios, mujeres, hombres, señoras y desconocidos por ratos.   

Las conversaciones con Juan Quejoso solían empezar bien, de la vida, la hora y el clima, lo normal de lo que se habla siempre, pero después de unos minutos y justo cuando la conversación fluía, el tinte cambiaba -sin falla- y comenzaba la autovictimización, la autoflagelación y el autonegativismo. En fin que de auto lo tenía todo, era como cambiar el modo a un coche y ponerle en modo Ánimame, Sálvame, Escúchame o Sácame de este Terrible Agujero Negro.  

Y si en algo hemos de coincidir, tú que lees y yo que escribo, es que los Agujeros Negros de los Juanes Quejosos son siempre muy negros, y sobre todo más obscuros e importantes que el de uno.

En fin, que Agujeros Negros los tenemos todos, y como seres humanos y sufrientes (porque sin duda en este mundo todos venimos a sufrir algo, y sino para que está Paquita la del Barrio recordándonoslo) todos flotamos sobre un Agujero Negro que nos envuelve, nos entristece y nos hace pasar momentos complicados en algún momento de nuestra vida.  Momentos en los que necesitaremos de otros para salir adelante, de su cariño y de sus palabras..  Así que hasta ahí todo claro.  Que Agujeros Negros hay para todos, y nadie se salva.  Y el dolor, aunque es inevitable, la manera en como vemos cada día y cómo lo vamos afrontando es opcional.

Y es que... hay de Negruras a Negruras.  Y hay quien no quiere salir de ahí.

Los Juanes Quejosos viven en Agujeros Negros que parecen eternos, y suelen caracterizarse por quejas que de alguna manera terminan siendo incongruentes, como la vecina que se queja porque no tiene dinero pero viene muy bronceada de las últimas vacaciones, o el tío que se lamenta de su poca suerte para encontrar trabajo -cuando su soberbia lo ha hecho despedirse de varios-; a la compañera de trabajo que cuando tú vas a contarle un problema te dice -No, el mío es peor- y siempre tiene una historia o una situación económica mas dramática -como si fuera competencia- que la tuya;  a quien tiene un problema de salud y no hace nada para remediarlo; hasta la persona que carga con errores de familia y sigue cometiendo los mismos en la suya propia... ¿Suena familiar? Pues no me extraña, Juanes Quejosos hay muchos, desde los light y chuscos hasta los más avanzados.

Y volviendo con la historia, yo, que por más que me esmeraba en sacar solecitos y pintar monitos en el libro de colorear de Juan Quejoso, él no se movía de por debajo de la nube gris que le llovía a cantaros sobre la cabeza.  Y yo que me picaba más, porque no entendía como podía seguir ahí y como no hacía nada por volver su vida mejor.  Tenía que haber algo que hacer, algo que ayudar..

Y mientras yo pensaba, también adquiría responsabilidad en siempre estar ahí.  Daba consejos que no eran seguidos y agotaba saliva, tiempo y energía en tirar mis palabras a un agujero vacío, porque Juan Quejoso no cambiaba nada.  Mi amigo o amiga, como quieran llamarlo - y si quieren ahora la convertimos en mujer, para que haya equidad de género-, me necesitaba, y yo tenía que estar ahí.  

Me enojaba que no siguiera consejos, recomendaciones ni nada, aunque luego me sentía mal por enojarme, y volvía a estar ahí, escuchando otra vez la misma historia, sabiendo que mis palabras bien valían ser echadas al viento porque su efecto sólo duraría unas horas.  Al parecer las otras personas con las que se desahogaba no la entendían, o quizás no le prestaban atención suficiente, y eso, entre muchas cosas, me hacía aún más responsable de su bienestar.  ¿Y el mío?  Bueno, que eso no importaba mucho, yo era fuerte y además me había dejado claro que no le hacía bien escuchar problemas ajenos pues le afectaba. Y Juan o Juanita había estado ahí para mi muchas veces mucho tiempo atrás.  ¿Cuánto tiempo?  No me acuerdo, quizás demasiado, aunque en los últimos años no le había interesado nada de lo que me había pasado a mí, ni de los problemas, ni de mis tristezas, ni nada. 

-Ya sabría tiempo después reconocer que los Juanes Quejosos suelen crear una especie de simbiosis con su contraparte, una simbiosis en la que el "Animador" se siente responsable por mejorar el estado emocional de la otra persona, por ayudarlo y por estar siempre ahí cada que se le necesite. Los Juanes Quejosos pueden incluso volverse chantajistas, quizás sin quererlo, de la relación, exigiendo ser escuchados, comprendidos y respondidos, siempre en sus términos y tiempos, buscando recibir y cada vez dar menos.  El Juan Quejoso se vuelve egoísta en cuanto a su tiempo, y a pesar de que pide atención, no ve necesario dar.  En resumen, el "Animador" se vuelve parte de su círculo vicioso, y no le queda más que aceptar continuar con el desbalance, afectando su propia energía y salud ó salir del círculo hasta que el Juan entienda por sí mismo y decida mejorar, valorar y avanzar".-

Así que, entre animadores y juanes, ¿qué creen que pasó?  Pues lo que pasa cuando uno siente decepción hasta el cansancio.  No cansancio de sus problemas; porque de eso los amigos no se cansan.  Sino de que mis propios agujeros negros no merecieran ser escuchados ni mis alegrías compartida cuando yo lo necesitaba.  Me cansé de ser una fortaleza para quien yo creía débil, y sobre todo me cansé de ser su última opción cuando se sentía bien, pero la primera cuando se sentía mal.  Y cuando se lo dije, todo explotó, porque a los Juanes no les gusta ser confrontados.  No había más que hacer,  me había agotado de ser el Animador para un Juan Quejoso, un Juan que no quería dejar de serlo.

A veces tenemos que aceptar que no podemos ayudar más, y esperar un poco de lado que Juan, Juanita o quien sea, aprenda otro camino al que está acostumbrado,  deseando siempre su bienestar lejos de tristezas, quejas y nubes negras.  Y esperar que entiendan que en realidad nunca fueron tan negras,  pero en algún punto del camino las empezaron a ver así, impidiéndoles ver nada más.

Como las de todos, mis nubes a veces también son negras y luego sale el sol, y luego llueve, y luego salen pajaritos y un arcoiris -y cómo no con tanta llovedera-, y luego a veces son grises otra vez.  Pero día a día trato de pensar que pueden ser mejores. Y entiendo que habrá días que me tocará ser Animador y otros en que necesitaré de animadores para mi propio Juan Quejoso.

Pero siempre sin perder el equilibrio, y en no abusar de ser salvadores ni abusar de quien nos ayuda a sostenernos.  

Así que si eres un Juan o Juanita Quejoso, no abuses de tu posición y ve y pregúntale a tu Animador o Animadores particular sobre su mundo, sobre sus problemas, sobre sus vidas!!

En resumen: A little more animation, a little less Juaning, va!!! 

 

 

 

 

Monday 07.03.17
Posted by Mariana Pierce
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Necesito una pijama nueva.  Ya es primavera.